La culpa apareció sobre el colchón quemado,
la pila rebosante de cacharros sucios de la cena.
Tapar la herida abriendo
la nueva cicatriz de espuma.
Mientras la gente
fluía frente a los escaparates, alguien
iba inventando nuestra historia.
Te amo como he leído en ediciones escolares
a los amantes de otro siglo,
no tan perfecta, pero sí tan putamente visceral
-para el dorado bucle valga el sol
que amo desde el fondo de tu ombligo,
acariciando
la blanca nuca que descubre
mediamelena lacia, oscura.
No es sano -dicen-
estrangular mi pena con tu atisbo de sonrisa.
Ya no recuerdo que empecé diciendo
algo sobre tu culpa.
lunes, 25 de mayo de 2009
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