lunes, 20 de abril de 2009

Me he vuelto lento. Hay noches donde escuchar la tierra,
donde estirar el aire.
Hay noches que no son lugar común.

Dormido en la jauría de un espejo,
en el brillante añico de la mirada donde
los ríos, como callejuelas, pierden

su nombre.

La voz desamparada durante el baile último,
ser un sonámbulo abatido o ser
otro funambulista derribado.

Solo la tierra es más paciente que tu cuerpo,
sabe esperar sus estaciones, duerme
sus fieras de charol en los portales amarillos del otoño.

Amarte con manías anacrónicas,
sin mitos. Demasiado pretencioso.
Pavor: saber que todo puede
mutarse en una aguja que se pierda en las arterias.

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